lunes, 17 de agosto de 2015

La vida ¿Se debe defender?

      Llega a parecer algo sumamente absurdo el tener que cuestionarnos en la actualidad  el concepto de defensa de la vida, después de  todas las luchas y procesos por los que ha pasado la humanidad en el último siglo, donde los cuestionamientos sobre derechos humanos y dignidad humana  orientan solo a un hecho irrefutable, que la vida es un bien apreciable, que nadie puede influir o tomar dominio sobre esta y que el quitar la vida  a otra persona es el mayor crimen considerable. Aun así en los últimos 50 años se escuchan discusiones respecto a la legalidad de crímenes como la eutanasia o el aborto. Este último lo defienden bajo un falso concepto de aborto terapéutico, o bien, la libertad de decisión femenina sobre “sus” cuerpos.

      Durante los últimos años los se ha dispersado una gran variedad de ideas pro aborto, buscando su legalización en Chile como en el caso del aborto terapéutico, que en Chile es un concepto imposible de asimilar considerando que en los últimos años en índice de muerte en un parto ha disminuido en un  99.1% siendo aún mejor que en países desarrollos. Otro de los argumentos planteados es el derecho de la mujer de decidir con respecto a “su” cuerpo con lemas como “mi cuerpo, mi decisión” y tienen toda la razón, es su cuerpo, pero la persona que está en formación también tiene derecho sobre su cuerpo y su vida.

      Este cuestionamiento sobre la legalización de algo tan horrible como el asesinato de otro individuo, cuyo corazón late, que piensa, que siente y que tiene el maravilloso don de amar a otros y que por sobre todo tiene los mismos derechos de vivir que cualquier persona en el mundo, reflejan una sociedad que desvalora el precio de la vida,  que valoriza cosas superficiales con un claro interés materialista.  El Papa plantea en su carta evangeli gaudium “...El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien...”

      Es por esto que como iglesia debemos permanecer como presencia viva de Dios, actuando como una linterna puesta en alto para llevar la luz de Cristo al mundo, defendiendo a sus hijos y nuestros hermanos  en formación, y permanecer en constante  acción y oración  con tal de defender a aquellos que no pueden hablar por sí mismos. La única manera de hacerlo es desde el amor de Cristo  y la compañía de María, mostrando al mundo y a las mujeres que consideran la opción del aborto que no están solas, que tienen una madre que está dispuesta a acompañarlas.

Por Bayron Toro Toro